miércoles, 25 de marzo de 2009

"Riesgos muy calculados"


Texto de Juan Ignacio Francia



Sus tres últimos estrenos, este otoño, demuestran el buen momento que vive este actor argentino, afincado desde hace ocho años en España, y le confirman como uno de los intérpretes más sólidos, arriesgados y cautivadores del país.
Último golpe de claqueta en el aeropuerto de Alicante. Leo viene de rodar en Buenos Aires y está cansado. Comenzarán tarde, trabajarán toda la noche. “Nos hemos levantado cada día a las siete de la mañana y hoy pudimos dormir un poquito más, pero... ¡a qué precio! Tenemos que aguantar un día en blanco, está jodido… ¡igual podemos descansar al menos media horita!” El personaje del filme que acaba de terminar con Gerardo Herrero, en Corredor de fondo, ha sido uno de esos que están en cada plano; ha rodado todos los días, y el agotamiento se hace evidente en su rostro amable y apuesto, pero cansado. “Es un thriller psicológico con algo escondido. El protagonista es un hombre que trata de escapar de algo esencial. Hasta que aparece un testigo del pasado que empieza a meterlo en una encrucijada.” Otro papel de hombre con infierno dentro. Como el bipolar Jaime, de Diario de una ninfómana; o Arturo Antares, el remalo de cómic de Santos, o el aparentemente equilibrado, más sumido en una diabólica paradoja, Quim de El rey de la montaña, sus tres películas estrenadas esta temporada otoñal. Leonardo es un hombre de apariencia sosegada, pero sus incandescencias interiores afloran a cada paso de sus complicadas interpretaciones. Como muestra, estos tres botones.Llegó de Argentina en el año 2000 dispuesto a quedarse. Traía excelentes cartas de referencias, casi todas con el membrete de Marcelo Piñeyro, el realizador argentino que le ha conocido como nadie y ha sabido encaminar sabiamente sus primeros pasos de actor cinematográfico. Desde la lejana Tango feroz a aquella Plata quemada, basada en hechos reales, que nos impresionó: la tempestuosa relación entre dos jóvenes (el otro, interpretado por Eduardo Noriega) convertidos en amantes y, juntos, protagonistas de un famoso asalto a un banco argentino, de final tremendo. Llegó, según los oráculos, a sentar plaza de galán importado por la imperiosa necesidad cinematográfica de masticar y digerir tipos sin cesar. Pero aquel no era su propósito, y lo ha demostrado. “Eso fue una postura de no sé quién. En realidad, yo en Argentina nunca había trabajado en ese registro de guapo que me asignaron. Había hecho con Piñeyro películas con personajes muy disímiles, justamente con una búsqueda artística…, y supongo que, en ese sentido, uno llega a un país y necesitan encajarlo.”Ha tenido una presencia exigua en los mentideros del glamur. Fuera del ámbito profesional, sus pasos jamás han trascendido, y no parece dolerse del agobio mediático. “Para nada. He vivido de una forma muy interna, con mi pareja, Lupe.” Ya llegó con ella, y en España se casaron. Ahora tienen una hija, Julia, de dos años y medio.Desde la perspectiva de padre y tras hacer El rey de la montaña, una especie de macabro juego de rol, de Gonzalo López-Gallego, la cuestión sobre si contempla con alarma el futuro de su hija es obligada. “Nuestra reflexión al hacer la película fue sobre el afecto. El asunto no era culpabilizar a los videojuegos, al mundo de internet o al de lo abstracto o lo virtual, sino que los problemas radican en el desafecto. Entonces, cualquier instrumento se puede convertir en un monstruo. Si, además, te lees las declaraciones catastrofistas de Stephen Hawking, dices, ¡bueno, por Dios…! Encauzar a un niño es una responsabilidad enorme, la más grande como ser humano. Es una maravillosa aventura donde uno instala todos los mecanismos, para que esa pequeña persona se haga fuerte frente a las circunstancias que vendrán más adelante.”
16/11/2008

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