martes, 9 de diciembre de 2008

Leonardo Sbaraglia: “La profesión de actor exige estar muy despierto”


El actor argentino radicado en España habló en exclusiva con LA GACETA. Sin tapujos se refirió a su carrera, al “nuevo cine argentino” y a las dificultades de la industria a ambos lados del Atlántico.


TRABAJO. El actor contó que debe asumir nuevos personajes cada tres meses, y que eso lo desestabiliza mucho.

A GACETA / IRENE BENITO

Admirador de Dumont y Chávez


Padre de familia desde hace dos años, el actor Leonardo Sbaraglia hace fotografía en el tiempo libre que le deja su rutina, que, además de interpretar, le exige leer guiones y mirar películas. Alrededor de una por día. Dice que Ulises Dumont, recientemente fallecido, fue un gran actor: "de los más grandes que hubo en Argentina". Entre los colegas admira mucho a Julio Chávez, y a Rodrigo de la Serna y a Fernán Mirás. Su próximo proyecto es otra película, esta vez con la dirección de Marcelo Piñeyro.


MADRID (Irene Benito, especial para LA GACETA).- Gracias a las entrañables “La noche de los lápices” (1986) en cine, o “Clave de sol” (1987) en televisión, hasta la celebrada "Plata quemada” (2004) o la reciente –y polémica- “Diario de una ninfómana”, tanto en España como en Argentina, a fuerza de trabajar sin descanso, Leonardo Sbaraglia, Leo, se ha convertido en un personaje familiar. Un actor de 38 años que, sin embargo, pasa inadvertido en un bar de Madrid, en un mediodía gélido. Afuera, llueve con insistencia. Pese a tener una carrera sin fisuras, de más de dos décadas (debutó a los 15 años), Sbaraglia defiende que no vale relajarse: “persigo deseos y sueños que cambian todo el tiempo. A medida que creces, los objetivos son más sofisticados. Si dejase de ser así, estaría perdido, lo mismo que si no aspirase a hacer algo original en cada trabajo. Esta profesión te exige estar muy despierto porque cada nueva obra tiene una verdad diferente”.


-Ha formado parte del elenco de casi 40 obras, entre el cine, la televisión y el teatro. ¿Cómo se libra de la repetición?

-Sería un deja vu si interpretase el mismo personaje durante varios años. En mi caso, ¡a veces tengo un papel distinto cada tres meses! En un momento siento que me gustaría lo contrario: que un personaje durase más tiempo. Preparar un trabajo desestabiliza muchísimo.


-En España se habla con admiración del “nuevo cine argentino”. ¿Está de acuerdo con esta etiqueta?

-Algo de cierto debe haber, en el sentido de que, estadísticamente, muchas propuestas interesantes provienen de Argentina. Es el caso de las películas que hacen directores como Lucrecia Martel, Pablo Trapero, Daniel Burman o Lisandro Alonso, cuya película, “Liverpool”, acaba de recibir un premio en el Festival Internacional de Gijón. En Argentina todavía se le da mucha cabida al cine de autor, que, con muy pocas concesiones al mercado, intenta expresar ideas y sentimientos profundos. Son películas difíciles, duras y que, por supuesto, están hechas para el público, pero no condicionadas por la necesidad de que funcionen en las salas. Eso da como resultado un cine más auténtico y original.


-El dinamismo del sector en Argentina contrasta con el horizonte de una industria que, en general, está muy amenazada...

-Producir películas es cada vez más complicado. Cada vez es más difícil apostar por proyectos que se sabe que no van a tener ni una respuesta masiva del público ni espacio para defenderse en una sala. España y Argentina tienen una industria muy ligada: hay películas de nuestro país que se financian casi con exclusividad con la compra de Televisión Española. Pero este medio cada vez adquiere menos obras y restringe más las que proceden de América Latina.

-¿En qué se traduce esta falta de inversión?

-En que ciertos títulos eran realizables hace dos años y ahora ya no lo son. Se está armando un nuevo tablero en el universo de las películas: están las de muy bajo presupuesto, sin ninguna aspiración a tener más de 30.000 espectadores, y las súper producciones. En ese contexto, la clase media de las películas tiende a desaparecer.

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