¿Todavía se sigue preguntando quién es?
–Todos necesitamos tener un lugar de
pertenencia. Siempre me rodeé de gente fuerte con mucha opinión y eso me dio
sostén. Sobre todo en una profesión como esta que se agarra de cosas tan
lábiles, que te da aparentes certezas y seguridades. No es como un trabajo de
un arquitecto o un científico. La complejidad del trabajo tiene que ver con ser
un científico de la profesión. Con investigar.
–De afuera, a veces parece que alcanza con
poco.
–Claro, pero no es así. Ser actor es complejo.
Es un territorio poético y metafórico en el que uno construye personas y
personajes. Y para eso hay que estar informado. ¿Quién soy? es una pregunta
recurrente para todos los actores, porque a través de la metáfora del otro se
encuentran a sí mismos. Elegí esta profesión porque de muy chico me fue
resolviendo algo y me hizo sentir cómodo. Viéndolo a la distancia, no sé quién
hubiese sido si no fuera actor. Es una necesidad transmisiva.
–¿Con qué objetivo?
–Con la idea de comunicarse con el mundo de
afuera. Como un lenguaje. Pero el actor necesita infraestructura para eso. Los
personajes nunca son uno porque cada actor puede hacer el mismo personaje de
maneras infinitas. Uno le encuentra una veta, aprovecha ese instrumento para
darle cabida al universo de uno.
La entrevista se interrumpe brevemente por la
aparición de Yayo Guridi. El cómico extiende su mano y confiesa su admiración
por el actor. “Este pibe tiene mucho adentro, puede ser un actor
extraordinario. Tiene una rapidez mental que no se puede creer”, asegura
Sbaraglia luego de la partida del comediante. Y cierra el concepto: “Eso es lo
bueno: poder empatizar”.
–¿Cuál es el desafío de este personaje desde lo
actoral?
–Es muy difícil porque primero hay que lograr
que el espectador lo pueda decodificar. Muchas veces, en esta profesión, no se
tiene en cuenta al espectador; hasta dónde sabemos lo que decodifica el
espectador. Las películas de las que te acordás son las que te llegan a través
de la piel, por la boca o por tu historia. Hay que seguir creando ese lenguaje.
–Sin embargo, la obra por momentos puede
resultar incómoda para cierto público.
–Me dijeron que hubo gente que se fue. Pero el
público sabe lo que viene a ver. Hay gente que cuando me beso con Diego se pone
nerviosa. Pero no hay nada procaz. Creo que es más procaz la escena que tiene
mi personaje con la mujer a través de un paso de comedia, ya que él nunca tuvo
relaciones con las mujeres. Y ese es un momento impresionante para todo hombre.
–¿Cómo recuerda su primera vez?
–Creía que lo había hecho y no. Era una mina
experimentada, y no me animaba a decirle que era virgen. Y después le terminé
preguntando a mi viejo si lo había hecho. Es que la vagina puede ser una cosa
monstruosa también.
–¿Por qué?
–Hay muchos hombres que en su fantasía tienen
la idea de no poder salir del interior de la mujer. Es algo muy fuerte.
–¿Cree que la sociedad está preparada para este
tipo de obra?
–Cierta parte sí, y otra no. Cuando se estrenó
Plata quemada, todo el mundo se esperaba una película de gángsters y se
encontraron con una película de gays. Se tornó una película de culto. Es un
ícono gay de España. Pero acá no fue tomada de esa manera. Sin embargo, creo
que se evolucionó bastante.
–¿Atrae más lo que provoca?
–Cuando me contaron que alguien se había ido,
llegué a la conclusión de que quería hacer la obra por más tiempo. No por
desafiante, pero ojalá que Cock deje de manifiesto la normalidad de las
relaciones de todo tipo. Creo que por más que no habla de la homosexualidad,
hay dos tipos besándose arriba del escenario y eso no se ve muy seguido. No es
fácil verlos con normalidad, afecto y ternura. Es una relación estable. Pero
lamentablemente, hay mucho tabú en relación al sexo y no nos enseñan a
normalizar la sexualidad. Uno se enamora de las personas, no de los sexos. No
hay sólo una receta para ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario