Las piezas teatrales que hacen historia son aquellas que revolucionan las ideas del público de su época, las que arrancan a los espectadores violentamente de su lugar común, los llevan de viaje por una nueva concepción del mundo y luego los devuelven a sus butacas, para que cuando salgan reflexionen (o no) acerca de ese nuevo paradigma propuesto. Por eso, ni más ni menos, el estreno de Cock, mañana a las 21.30 en el Paseo La Plaza, es sin dudas uno de los grandes acontecimientos teatrales de la temporada. Con un gran elenco que conforman Leonardo Sbaraglia, Eleonora Wexler, Diego Velázquez y Jorge D’Elía, y con la dirección del prestigioso Daniel Veronese, esta obra que escribió el inglés Mike Bartlett llega a la Argentina luego de gran éxito en España, México, Malasia, Londres y Broadway para romper con todos los supuestos que la sociedad tiene sobre al amor y las relaciones de pareja.
Cock, dividida en tres actos, hace foco en la vida de Juan (Sbaraglia), un joven homosexual que se enamora de una mujer. El público transita paso a paso la confusión que sufre el personaje, que luego de contarle a su pareja (Velázquez) lo que siente, se ve obligado por sus dos amores a decidir con quién de ellos quiere quedarse. Ambos le juran felicidad (“puedo darte hijos”, dice ella; “conmigo también podés tenerlos, siempre se puede adoptar”, dice él), pero lo único que consiguen es que Juan se vea cada vez más presionado y no logre saber quién es y qué quiere verdaderamente. Hay un cuarto personaje, interpretado por D’Elía, que hace del padre de Velázquez y aparece en el último acto (en el cual los cuatro se reúnen a cenar para discutir qué hacer) para “colaborar” con la decisión de su yerno.
La gran idea revolucionaria de la obra es la que plantea Juan: “¿Por qué no puede importar más con quién me acuesto que con qué me acuesto?”, pregunta en medio de la discusión final, proponiendo una concepción del amor que ya no atiende distinción de sexos, sino algo mucho más puro y más esencial que pugna por el amor a los seres, independientemente de lo que ellos sean. “Una concepción futurista”, según apunta el propio Sbaraglia. Así, con ese disparador, la obra indaga sobre la identidad del hombre y su verdadera libertad de elección, cuestionando la falsa apertura de estos tiempos. “Es muy interesante lo que propone. Cada vez es más difícil encontrar obras inteligentes y que además estén bien escritas y digan algo, que se metan con temas de los cuales uno pueda aprender. Esta cayó en mis manos y antes de terminar de leerla me di cuenta de que era una de ésas y que no podíamos no hacerla”, asegura Veronese en charla con Página/12.
–¿Qué le vieron de especial?
Daniel Veronese: –Que plantea algo diferente a lo que es de sentido común en la vida. Que está muy bien dialogada, es muy potente, muy viva. Y sobre todo que habla de deseos, de lo que la gente quiere y necesita. Y como la vida se explica a partir de las elecciones humanas, eso la hace muy interesante.
Leonardo Sbaraglia: –Para mí es una obra simple, hermosa, conmovedora, coloquial y muy moderna al mismo tiempo. Es interesante porque usa la anécdota de la sexualidad para hablar del encuentro con algo más profundo que tiene que ver con la identidad y el deseo de uno. Propone de algún modo volver a conquistar el espacio del propio cuerpo, aprender a elegir sin depender todo el tiempo de lo que otros quieren para uno. Y eso es algo que pasa en la vida, porque muchas veces se está encerrado en una situación y no se sabe cómo salir. Bueno, esta obra habla de eso, por eso nos gusta.
–¿Creen que el público está listo para aceptar ese mensaje que plantea otra concepción totalmente distinta de la que la sociedad actual tiene acerca del amor, de la sexualidad y de la identidad?
L. S.: –Puede ser que haya gente lista, pero de seguro hay mucha que no lo está, por eso está bueno contarlo. En ese sentido, Cock es una obra moderna porque lo que plantea es el lugar ideal al que debería llegar todo ser humano.
D. V.: –En términos generales el hombre no está listo para amar sin distinción de sexo. Veo a esta obra más bien como un mensaje para el futuro. Aunque la hemos manoseado tanto que lo que puede llegar a pasar con el público se nos va de las manos, porque es de esas piezas que lo mueven a uno de su lugar común y eso es muy personal.
–Usted hizo justamente una versión de Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, probablemente la pieza teatral que más rompió con el paradigma de su tiempo. Cock se aproxima a ella en ese sentido. ¿Este tipo de obras puede generar una revolución en el pensamiento de una época?
D. V.: –No creo que el teatro tenga el valor de producir un cambio tan grande, pero si genera cierta molestia en el público eso quiere decir que por lo menos algo se está gestando. Por eso es tan importante elegir qué hacer, aunque tenga que pasar mucho tiempo para que se entienda.
–El personaje que menos comprende lo que pasa con el triángulo amoroso es el padre. ¿El mensaje es que la tercera edad está más lejos de entender eso que dice se está gestando?
D. V.: –El mensaje es que son los jóvenes quienes siempre buscan la revolución, aunque luego, cuando crecen, también se acostumbran a lo que hay. Este padre tiene un profundo amor por su hijo y por él intenta aceptar. Yo lo comprendo y lo respeto, y por eso traté de quitar todo lugar maligno de ese personaje. De hecho es alguien que intenta estar lo más abierto posible, porque en una primera instancia aceptó la relación homosexual de su hijo. Pero esa apertura no deja de ser un esfuerzo para él, no es algo que le salga naturalmente.
–Es extraño, porque lo que ahora no puede aceptar es la heterosexualidad...
L. S.: –Eso es lo original de la obra, que comienza con la normalización de la homosexualidad, presentada como una batalla ya ganada. Lo que se plantea es que la que hay conquistar ahora es otra, una que tiene que ver con la normalización de las relaciones en general. Hace diez años la obra se hubiera escrito al revés, hubiera empezado con una pareja heterosexual y uno de ellos se enamoraría de alguien de su mismo sexo. La obra muestra que eso ya no importa, que lo fundamental es y siempre ha sido construir relaciones sanas y de amor con quien sea. Que hay que atacar el rol, el deber ser. Siempre nos queremos ubicar en una profesión, en una carrera, en una personalidad y en una orientación sexual. Hay que romper con eso, descubrir el ser de cada uno. Mi personaje tiene eso, por eso es muy difícil de actuar. Está intentando no depender de otros para descubrir qué es lo que quiere. Está inmerso en un delicado equilibrio. Para mí, actuarla es todo un desafío.
–¿También lo es dirigirla?
D. V.:–Absolutamente. Desde el comienzo, porque el texto original no tiene indicaciones, por lo cual cada director tiene que elegir cómo hacerla guiándose por lo que dicen los personajes. Pero eso en realidad es una suerte, porque quiere decir que la obra habla como habla la gente. Hay muchas otras en las que las ideas están por encima de los personajes, es decir que están llevadas únicamente por el autor y no por ellos. En Cock el público puede entender a los cuatro personajes. Y cuando lo hace se da cuenta de que ninguno tendrá el paraíso, pero tampoco el infierno. Que son sujetos que se desnudan y pelean hasta lugares irrisorios en pos del amor. Por eso es una obra que se explica en sí misma, puesta en escena. Desaparece el teatro de ideas y aparece la verdad.
–¿En qué sentido?
D. V.: –En el sentido en que aparece la vida en el escenario. Sería un crimen que no lo hiciera.
* Cock se presentará, desde mañana, los miércoles, jueves y domingos a las 21, los viernes a las 21.30 y los sábados a las 20 y a las 22 en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza, Av. Corrientes 1660. Localidades desde $140.
No hay comentarios:
Publicar un comentario