Sbaraglia
reniega de entrada de aquella Cock que vio por compromiso y que lo maravilló en
México: “Ya no tiene nada que ver. Es una obra que puede leerse de muchas
maneras. Lo que yo leí, era que habla –más allá de lo sexual–de la identidad.
La sexualidad es un desprendimiento, o una metáfora, de asuntos no resueltos a
nivel del descubrimiento del propio deseo, del propio cuerpo a través del
cuerpo del otro. Pero allá estaba más explotado el humor, acá también, pero
tiene mucha más carga conmovedora”.
—¿Qué te da el teatro que no encontrás en el
cine ni la televisión?
—Me parece que es un medio en el cual se tiene
la posibilidad concreta de desarrollar algo instrumental del actor. Algo
muscular. Es algo que no que te da el cine o la tele. Es horrible decirlo de
esta manera, pero es como un gimnasio. Toda una manera de entrenar. Ves
espectáculos de Peter Brook y es inconcebible lo que hacen los actores, te
sentís muy cerca de la humanidad. Que es lo que pasa cuando ves una película de
Bergman, de Lars Von Trier. Lo terrible, lo siniestro y también lo maravilloso
del ser humano.
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