¿Cómo y cuándo fue tu acercamiento al mundo del vino?
Con mi mujer coincidimos en el Festival de Cine de Venecia, en 1995, y decidimos ir a Verona, la ciudad de Romeo y Julieta. Esa fue una de nuestras primeras salidas como novios. Allí hay un lugar que se llama La Bodega del Vino, donde te van ofreciendo diferentes vinos para degustar con quesos, acompañados de jaleas y mieles. La experiencia de estar con ella, en Italia, en ese lugar y probando distintas etiquetas fue una de las más hermosas y placenteras de mi vida.
¿Qué vinos argentinos son los que más te gustan?
De esa época, de los noventa, me gustaba mucho un Malbec que pedía siempre que íbamos a comer a Lliers, un restaurante exquisito de Fernando Trocca que quedaba por la calle Sinclair. Ahora, por mis casi diez años viviendo en España, estoy más actualizado con los Rioja, Ribera del Duero, etcétera. Pero de acá, siempre me gustaron los vinos con personalidad y que reflejen bien su terroir, como el Omnium de Viniterra.
¿Te gusta tener y guardar vinos?
Sí, cuando volví a la Argentina me traje varios vinos de España que me fueron regalando. Igualmente, siempre soy partidario de descorchar y compartir.
¿Qué vino bebiste anoche?
Ayer tomé un Nina Blend 2006, muy rico.
¿Cuánto fue lo que más pagaste por una botella?
Fue por un Vega Sicilia, en España. No recuerdo bien, pero sé que eran más de 100 euros.
¿Cuál es la anécdota más graciosa que te pasó con un vino como protagonista?
Me suelen pasar cosas con los vinos después de los estrenos. Son circunstancias en las que algo se afloja y hay alegría, momentos de gran distensión y felicidad, y el vino acompaña de una manera deliciosa.
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