¿Como recibís las críticas?
Las de mis amigos o de La gente con La que trabajo me parecen fantásticas. Así se crece como actor. Porque uno escucha, se cuestiona, deja que lo cuestionen, que la analicen. Después está la otra crítica, la de los medios, que en general trato de no leer, porque en lo personal no me aportan más que a mi ego, positiva o negativamente. Son críticas para un hipotético espectador, pero no para un actor. El lugar de cuestionamiento de un actor está en otro espacio.
¿No lees nada de nada de lo que se publica sobre vos después de un estreno?
No. Hace varios años que he decidido no leer las críticas, ni las buenas ni las malas.
Igual la crítica te trata bastante bien.
Dejé de confiar en la crítica cuando hice Caballos Salvaje. Fue un trabajo notoriamente interesante, que hoy me sigue dando reconocimiento, y el crítico del “gran diario Argentino” no me nombraba en toda la nota. Hablaba muy bien de Hector Altiero y a mí me ignoraba. A partir de entonces dejé de creer en los críticos, porque me pareció de una arbitrariedad, de una subjetividad y de una maldad…Tener el poder en un diario y usarlo para ignorarte o rebajarte, me parece de mala persona. Son muy pocos los casos de los críticos que tienen cierta objetividad y cierto poder de análisis.
¿Sos igual de descreído de los premios?
Tengo una postura parecida. Es todo muy arbitrario, azaroso y político. En la Argentina nunca me dieron un premio. Me gané un Martín Fierro hace mil años como actor. Y a partir de ahí me nominaron mil quinientas veces, pero nunca gané nada. Ojo, tampoco creo en los premios que me he ganado afuera. He sido maravilloso y emocionante recibirlos, pero probablemente me los merecía más por otras cosas. Eso no quita de uno nos e ponga contento cuando los gana, ya que son parte también de la propia promoción. No tengo de qué quejarme en realidad. Estoy muy contento y agradecido.
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