Lupe Marín, la mujer de Leo Sbaraglia.
Pinturas que buscan captar gestos, miradas y pensamientos en un momento preciso
-Tus retratados tienen una mirada perdida, ensimismada... Lo primero que surge es qué estarán pensando.
-Trato de buscar un pensamiento del otro; busco algo que sucede ahí, en ese instante. Qué le sucede al otro y qué me sucede a mí con respecto al otro. Me interesa la construcción de una identidad.
Cuando termina un cuadro, a Lupe le gusta ver la reacción del retratado, que a veces no se reconoce. Esto le ocurrió incluso a su marido: Sbaraglia recibió para un cumpleaños un retrato suyo compuesto a partir de fragmentos de la vida cotidiana, sin que él lo notara ("¿Estás bien?", le preguntaba cuando la descubría mirándolo fijo).
-Es una identidad de un instante lo que uno capta; no necesariamente es el retrato de una persona, sino que retrato un momento preciso.
-Es un diálogo entre quién era esa persona y quién eras vos en ese momento. Un momento único, irrepetible.
-Exacto. Y además me parece importante no intentar reproducir exactamente su cuerpo, sino usar esa estructura, ese pensamiento y lo que a uno le pasa para hacer un relato preciso de ese momento. Puedo agrandar una mano porque sostiene, porque da más fuerza. Es parte de ese relato. Hay que permitir lo que sucede, y también que haya un diálogo con la materia y con el azar.
-¿Qué más te interesa del retrato?
-La mirada. Ahí está todo. Si eso no funciona, para mí el cuadro no funciona.
-¿Y qué tiene que tener esa mirada?
-Un pensamiento. Tiene que haber una persona viva.
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