En Territorio del poder se atreve a los relatos y a cantar; a partir de Sangre en la boca, el film que se estrena el 25, abraza el mundo del boxeo y confiesa que alguna vez rechazó dos millones de dólares para hacer una tira
-¿Cuál fue el criterio de selección de los textos que incluyeron en El territorio del poder?
-El espectáculo tiene un antecedente claro. En 2012, el Centro Cultural Haroldo Conti nos convocó a Tarrés y a mí para un homenaje a Rodolfo Walsh. Ahí leí un cuento muy celebrado de Walsh, Esa mujer, y un capítulo del libro Operación masacre. Quisimos ampliar ese homenaje, continuarlo, pero la familia se negó a darnos los derechos. Nunca entendí muy bien por qué, pero fue una pena. Nos parecía completamente dignificante lo que hacíamos. La figura de Walsh es conocida, pero su escritura no tanto. La gente conoce bien la obra de Cortázar y de Borges, pero mucho menos la de Walsh. El criterio fue elegir textos sobre el tema de la apropiación de los cuerpos, el encierro, los mandatos... Lo armamos con mi suegro, Juan Carlos Marín, un tipo muy piola que falleció hace dos años y que trabajó mucho en la investigación de la génesis del genocidio militar en la Argentina. Juan Carlos me pasó textos muy poderosos de Michel Foucault y de Elías Canetti. También incorporamos uno de Ugo Cerletti sobre la electricidad, un texto casi científico, que funciona muy bien. Es un espectáculo duro, que habla del Mundial 78, del Holocausto.